Un himno se contrata [como todo
En esta vida] redesmenuzando en cláusulas
Lo que necesitamos: el vibrar de glotis
El durar del vientre
Tenue comezón del perineo
Y el sentido diestro del latir fantasma
Como si volcara en toda honestidad un puñetazo
Tienes nuestro aplauso. El rédito
De la señal sobre tu frente, las fotografías
De la multitud que recupera el raro orgullo
De ser muchos
Tú nos sirves [¿por qué no?] Mas no te creas
Que ahora estás completamente libre de pensarlo:
Ya hemos visto demasiadas rabias
Que se verbalizan para enmascarar el guiño
De lo cierto [de lo terrorífico que es
Tener razón (lo dijo Burroughs)]
Tú no olvides [yo no olvido] que la Poesía es
De aquel que la contrata.
No distingue quién lo salda con las tripas
Con el plomo insertado en sus cráneos, con la banda
Empírica de una reseña o tras aquella más
Que generosa subvención envuelta en cátedras
Y es este el problema [dicho en breve]:
No es la Poesía [acicalada con mayúsculas]
La que debe distinguir los quiénes
Son los que circulan el auténtico voltaje
[confiar en ella no nos deja nunca nadie
a quien pedirles cuentas]
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