martes, 4 de diciembre de 2012

VIGILANTE

 a Raúl Quinto
Cada noche, esta brutalidad de mis sintagmas.
Despeñarse de los bancos de los parques
[su madera cruje en la refriega del morreo, cálida
desdicha del sostén de hacer gimnasia] hasta los ecos
como taquicardias percutiendo lo voraz del nudo.
No pondré remedio. Escribiré mi sangre a rítmicas
de escarcha. Estará bien. Seré un murciélago
[la claridad, para cobardes y supersticiosos].
Pensaré la chica aquí, sentado aquí de nuevo.
¿Cómo era su nombre? Mucho me sorpendería
que ella adivinase el mío por debajo de la máscara.
Seguir siendo adolescente, enfierecido apache
o pura roca de las sintonías para abrir la luna.
¿Qué retengo desde mi cruzada contra el crimen
de la vida y vuestras catatónicas esvásticas?
Seré un murciélago. Soy lo peor. Haré que extrañe
y cribaré los parques cada noche, tatuando
el fin con su facilidad perpetua [lo peor] o suficiente.

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