lunes, 10 de diciembre de 2012

DAVID WALLACE WILL HAVE HIS REVENGE IN CLAREMONT

Quieren sus vidas calmadas como el ático que aloja
al depravado en las películas direct-to-video
que ahora hago encajar en estos versos retorciendo
la pronunciación del canto, y me preocupan:
son muchachos y muchachas agradables, no merecen
una estática clonada desde el fondo de los nervios
que aún nos quedan por sajar. Acaso dentro de diez meses,
si se insiste, serán balas las que les reciban a la vuelta
de la enésima presentación de hartazgo más novísimo,
pero es que justo se trata de jamás llegar a ello...
Hay que escribirles cartas, teletipos, negros cuajos
de mensajería que les saquen de su error, gritarles
que los ultrarreinos no reclaman nada ni las naves
surcarán el grumo de las eras para consolar
a quien no apuesta por el hielo vigoroso que hace enhiestas
a las falsas pollas de los ángeles [lo digo
por si me pedían un ejemplo de arrullar en nota al pie]
o los invencibles chapoteos de la pátina disuelta
del lenguaje puesto en pie y tan mudo y sordo y vigoroso.


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