martes, 27 de noviembre de 2012

LULLABY

Sangro para el Occidente de los lirios. Muto.
Acúnome en mi término por abrazar principios.
La mecánica del coro se verá venir, el Rey
apostillado para quien lo entienda y diga
«Es en directo, transmitiéndoles desde la Edad
de Piedra porque los sonetos han ardido
hasta develar la esvástica grosera de su alambre
y el Lenguaje ha de morir». Yo no lo entiendo.
Esto es así. Me quedaré perplejo ante el inmenso
de los trastes que ahora ataca el pulgar loco
del bajista en los auriculares, como si me protegiera.
A ninguno de nosotros nos importa la verdad
al margen del parámetro de la belleza [pobre Keats,
citado eternamente a pie de página]. Los Soles
reviviendo sus verdes tumores impasibles,
las almendras-muchacha y el imbécil trapo
de los colonizadores y los transeúntes. Son mi celo,
pero se podrían morir todos: Occidente
en la etimología exacta que no ha habido
a lo largo de los siete veintitrés minutos de canción.
Y basta, para conservar, lo errante.

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