lunes, 19 de noviembre de 2012

SPACE LORD

«No respondo de estos lerdos», dijo el Cristo Emperador
a nuestra Roma pasada a cuchillo por los ángeles
atroces –los sicarios al alcance de la Luz,
mil águilas de bronce derretidas por contacto
de una verdadera piel con los emblemas si vanitas
vanitatum, negra forja, rescisión y alardes–. Oh Nerón
de astilla incandescente hasta bien fondo de tu recto.
Te saludo. Déjame seguir mi rabia por los mármoles
como la orina de una viva farra procedente del final
del ciclo, la prosaica pira cotidiana que hace persistir
los siglos tatuados en el yeso del rayajo en diagonal
que es el poema y sus puntitos alternándose en el aspa
de una equis fragmentada. «Soy el Uno que lo cuenta
al mismo tiempo, soy el más propio lugar
entre destrozos y encabalgamientos y la críptica
raigambre que a sí misma se deshace con el filo
de las lanzas y un vinagre poderoso desde la interpolación
contra el relato de uno a quien fallara la memoria
en el momento más inadecuado y sonriese desdentando
este siguiente espacio desde el si tan sólo nos bastase rebotar
o ser grapados a las tablas necesarias de lo signo.»

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