miércoles, 9 de enero de 2013

PUNCHLINE

Tú eras piano. La metralla en el jardín. Las horas
justicieras del extenso paradigma del testículo
tan pateado por los chicos de la catequesis 
que llegara a ser considerado como un evangelio
de lo incontestablemente cierto. Siete años.
Dios bajó del cielo para encomendarte este perdón,
lo último que uno se atreve a remendar. Ya comulgaste
entre los niños de un blanco que no sirve [reciclaste
diez mil veces esos pantalones cuando los domingos]
pero no te queda biografía para los cascotes 
tras detrás de las parroquias y fulgor de un vuelo 
que no es tal [fulgor] porque tu madre te agarraba 
de la mano si eras grande, casi les sacabas la cabeza 
a los demás [quién sabe de qué magnitud hablaban]
y podías estamparles tu melancolía como un irresponsable
ejercitar extremidad, inercias y palancas. No ha cambiado
nada:  yo también [...] fui y cruje etcéteras  de todo eso
que renuncias a abarcar con el solo arco de unas botas
que no viene a nadie mal recuperar de vez en cuando.


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