viernes, 4 de enero de 2013

POÉTICA DEL ESCOMBRO


para Sara
No pedir ya más que me descifres. Sólo
que me bailes. La somera lámina extendida
marca los patrones de los pasos que ahora tienes
que descoyuntar. Abrazo. Qué cesura
efervescente extingue un punto suspensivo
[en singular] para los cuándos en que no tienes respuesta
y la parroquia del espejo nos demuestra
las mandíbulas del canon obituario. Se arrepienten
de una libertad cedida o conquistada a base
de acumulación de párrafos. Sin tregua.
¿Ahí terminaste? Por supuesto, no.
Bendita la elegancia del callarse y no joderla,
pero son casi cuarenta tacos miserables:
incidentes de mal fuego, malos orificios, pésimos
coloquios por la angustia de la fiesta
transcurridos. Tú, sencillamente, baila.
Aprehéndete a ti misma en la exigencia
abrasadora. Luego, ven. Rescátame como si fuéramos
melodramáticos de turno. Apréndeme. Eso sí:
no me comprendas nunca ni disidas
de ninguna forma de intentarlo. En lo fundamental.

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