de las mazmorras y le asaltan las tuestas
luciérnagas cuando el único
eslabón responde a una novela de hambres
furtivas por su propio rostro:
el gnomo cuajado en furioso escalpelo
—el hurto del fuego, el silvestre
hacen tanta solemnidad con las llagas
que lo bólido asigna nuestra distancia—
la rotación de este pacto
tras cualidad de senil bajo el aire
o el logotipo de la nostalgia
que impiden morir.
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